Günter Grass, premio Nobel de literatura 1999, escribe aún sus borradores a mano y luego transcribe la segunda y la tercera versión con ayuda de una máquina de escribir, "traqueteadamente". A diario, pasea alrededor de su pupitre y entonces murmura para sus adentros, mastica las frases hasta que, tanto habladas como escritas, adelgazan a fondo o se redondean en los extremos.
Sin embargo, el escritor alemán asegura que la historia continúa epiléptica y con ella, siempre en contradicción, la literatura tiene futuro. Una buena parte de la literatura surge de las pérdidas, recuerda el autor de "El tambor de Hojalata.
"La Literatura vive de la crisis", dice Grass, porque cuando el comunismo se rompe contra su propia historia; cuando con la libertad viene la miseria; cuando el capitalismo es la única ideología; cuando sólo la Bolsa tiene sentido y cuando los historiadores, cansados de peleas por notas de pie de página, se extravían por la incertidumbre de la poshistoria, la literatura se cotiza mucho.
Para el autor de "El Rodaballo", la literatura florece de los escombros; oye el ruidito de la carcoma y tiene como función profanar cadáveres, velar a los difuntos y contar a los supervivientes las viejas historias.
No obstante, añade que si se hojean los suplementos literarios o se escucha el murmullo del mundo de la cultura, siempre lo secundario desplaza impertinentemente a lo primario.
La literatura para Grass queda desplazada y, en el mejor de los casos, sirve, una vez acicalada, como evento, o se administra a cucharadas por Internet; según la publicidad, fomenta incluso el consumo entre los grupos marginados.
El premio Nobel alemán no quiere creer todo eso. Se confiesa un ignorante y expresa que ese progreso acelerado no le dice nada. Afirma que desempeña una profesión pasada de moda, pues carece de ordenador y no da tumbos por las nuevas tecnologías.
Empujado a un lado, el libro volverá a ser subversivo, subraya Grass, quien está seguro de que habrá lectores para los que los libros sean un medio de supervivencia.
"Veo ya niños, hartos de televisión y aburridos de juegos informáticos"; niños que se aíslan con un libro y "se abandonan a la atracción de la historia narrada"; niños que se imaginan "más de cien páginas y leen algo muy distinto de lo que aparece en negro sobre blanco", porque eso es "lo que caracteriza al ser humano", apostilla.
Grass mantiene que no hay espectáculo más hermoso que la mirada de un niño que lee. Un niño totalmente perdido en aquel contramundo metido entre dos tapas y que sigue, sin embargo, presente y no quiere que nadie lo moleste.
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Fuente: "Literatura e Historia", de Günter Grass