viernes, 11 de enero de 2008

Alejandra Pizarnik, apunte de Carlos Luis Torres Gutiérrez.

Una equilibrista enana se echa al hombro
una bolsa de huesos y avanza por el alambre con los
ojos cerrados.
A. Pizarnik

“Esta poetiza ávida por el naufragio, enamorada de su muerte, amante del dolor y del sufrimiento. Esta poetiza sutil y delicada”. Este “bicho”, como le decía cariñosamente Julio Cortázar, es la puerta de entrada a una re-lectura de los poetas suicidas más destacados de Latinoamérica. Hija de inmigrantes de Europa Oriental, con ascendencia judía en Rusia, que llegan a Buenos Aires a vivir en un barrio pequeño burgués al sur de la ciudad. Al poco tiempo de su llegada, el 29 de abril de 1936, en Avellaneda, nace Alejandra1. Fue la segunda hija del matrimonio Pozharnik (Elias y Rejzla).2
Todos los textos que intentan ser biográficos señalan lo mismo: “Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y luego pintura con Juan Batlle Planas. Vivió en París entre 1960 y 1964 donde trabajó para la Revista Cuadernos y algunas editoriales; tradujo a Antonin Artaud, Henry Michaux, Aimé Casairé e Yves Bonnefoy, publicó poemas y ensayos además de sus estudios de historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona”.
A su retorno a Buenos Aires publica Los trabajos y las noches, Extracción de la piedra de la locura, El infierno musical y La Condesa sangrienta. “En el año 1969 recibió la beca Guggenheim y en 1971 la beca Fullbright. El 25 de septiembre de 1972 mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica psiquiátrica donde estaba interna, en la ciudad de Buenos Aires, Alejandra murió de una sobredosis intencional de seconal”.
Sobre la vida y obra de Alejandra se ha escrito “demasiado” y la mayoría de los textos aluden a lugares comunes. También se encuentran ediciones que aparentan ser la obra completa ; sin embargo, se observa en las publicaciones que de vez en cuando se hacen de su obra y diarios, diferencias y mutilaciones en ellas, aunque cada una de estas anuncia la revisión de la anterior; una de sus estudiosas, una avezada investigadora venezolana3, señala cómo el diario de Alejandra fue mutilado por sus familiares pues ¿cómo permitir que el público se enterara de sus pasiones, de su homosexualidad, de sus eróticos y diabólicos imaginarios?; se abren páginas virtuales en varios servidores en internet y todas transcriben el mismo texto; y hasta un escritor de una provincia colombiana, reconocido únicamente en su círculo, escribe un texto4 sobre la Pizarnik en el cual, a través de un cuento relata la muerte de una mujer, también de provincia, llamada Alejandra, que se suicida dejando a su amante sumido en la locura.
Alejandra, no hay duda, es una de las mejores poetisas de Latinoamérica. Analizada por muchos críticos y popular en el ámbito de la pequeña burguesía intelectual que se deleita con la lectura del dolor profundo de la existencia humana. Este último es el lugar de reflexión de estas líneas que además sólo intentan registrar pequeños espacios de su vida y de su obra con un aliento reinvindicatorio5 de su decisión de máxima libertad.
Infancia difusa
El libro que escribió César Aira por encargo de Ediciones Omega hace alguna referencia anecdótica a su vida de infancia. Por él sabemos que esta era una familia de clase media y las dos hermanas realizaron sus primeros estudios en Avellaneda en una escuela pública, la No. 7, y en una institución de educación pestalozziana pero sin mucho énfasis en la doctrina. Aira dice que las niñas nunca aprendieron el idioma de sus padres, sin embargo otros afirman lo contrario.6
De los escritos de Alejandra pueden ser inferidas algunas características de su vida durante su infancia: Se presiente una niña triste, introvertida, solitaria.
“Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla”.7
“Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón.
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos”.8
"Pero ellos y yo sabemos
que el cielo tiene el color de la infancia muerta”.9
A los 12 o 13 años la sensibilidad de Flora (Alejandra) va acompañada con una leve patología social que se manifiesta en una perceptible tartamudez (éste rasgo característico de su pronunciación se mantendrá durante toda su vida). La escuela secundaria se prolongará hasta 1954.
El comienzo de la construcción del personaje
En el año 1954 ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y simultáneamente estudia periodismo. Sin embargo, su interés se situó en lo literario, ella parece que asistió medianamente a clases y de ésta época se rescata la amistad con uno de sus profesores de literatura (Juan Jacobo Bajarlía), mencionado por sus biógrafos como su iniciador en lecturas y teorías, especialmente con los surrealistas.
Un testimonio de Bajarlía, mencionado por Ivonne Bordelois en la recopilación de correspondencia de Pizarnik, dice: “Adoptó mi estudio como su propia casa. Aquí mateábamos y hablábamos de literatura. Mi estudio era como su cuartel general. Cuando tenía que ausentarse o recordarme algo, tomaba cualquier papelito... firmaba con la palabra Buma (flor en Idish) o Blímele (florecita), porque así le llamaban en casa”. “En Alejandra las reacciones se generaban sorpresivamente. Ella era obsesiva e inestable. Diría que era circular. Estar exaltada o depresiva era cuestión de segundos”.10

Su primer libro, La tierra más ajena11, se publica en 1955 cuando tiene 22 años; ella preferirá, años más tarde, olvidarlo. Sin embargo, estos poemas ya dicen mucho de su poesía y de la visión de mundo de la joven Alejandra.
YO SOY
mis alas­?
dos pétalos podridos

mi razón?
copitas de vino agrio

mi vida?
vacío bien pensado
Entre los 18 y los 24 años se dedica a leer todo lo que le llega a mano y asiste a las clases de pintura con Batlle Planas con quién se acerca realmente al surrealismo y en esta corriente se sumerge atraída por su vértigo, pues le daba todo aquello que su mente requería. Alejandra pinta algunos cuadros que son presentados12 en una exposición en la galería Guernica en Buenos Aires pero la magia la encuentra en la metáfora que le proporciona esta corriente. Aunque la publicación de su ensayo “Relectura de Nadja de André Bretón” sólo se da hasta 1967, por esta época leyó con pasión a Michaux, Artaud. Los textos de la Pizarnik son muestra de que no sólo tuvo interés en el surrealismo sino que se convirtió en una de sus seguidoras más sobresalientes.13

Por aquella época y según lo señala Aira “... Esta situación de dependencia (económica) familiar hizo asomar naturalmente un personaje, versión doméstica del que cultivaría cuando ya fuera una poeta consagrada. Por ahora era una joven con conflictos a la que había que esperar mientras se prolongaba su adolescencia: acomplejada por su fealdad, su escasa estatura, su tartamudez, su gordura, su acné, su inadaptación, su asma. En vista de todo eso, el padre no puso reparos no sólo en mantenerla sin que trabajara, sino también en pagar la edición de su primer libro y posiblemente la de los dos siguientes, y pagar las clases de pintura, el psicoanálisis, y a la larga, con reticencias, el viaje a Europa”.
A esa altura de su vida Alejandra ya ha construido un personaje poético y anatómicamente coherente: Ella es un ser producto de lo urbano, tiene la connotación del desarraigo pues no posee raíces locales, vive la nostalgia de su auto exilio interior; posee ese sentimiento de desesperanza, ese vacío del ser; es una desengañada en la acepción de Fernando Savater y busca el silencio como un colchón para su tristeza. Además ya había cambiado de hábitos y de nombre: Alejandra a secas, desaliñada, poeta nocturno, sufría constantes dolores de cintura y de espalda, tomaba analgésicos por cantidades, anfetaminas, pastillas para dominar el insomnio y otros hábitos coherentes con esa imagen que quería proyectar, como el desaliño y las expresiones obscenas, entre otras.
La última inocencia (1956) es su segunda publicación, dedicada a Oscar Ostrov, su analista de años14. Alejandra había decidido recurrir a la consulta psicoanalista pero entendía de alguna forma que la tristeza y la melancolía pertenecen a la categoría de los misterios sin límites e inagotables. Desde muy joven tenía plena conciencia que sólo son felices los que no piensan nunca más que en lo estrictamente necesario para vivir.
De éste libro La enamorada es el poema donde aparece una referencia explícita a esa condición. Situación por la que algunos de sus biógrafos señalan que ella estaba enamorada de su terapeuta (la relación paciente-analista se consolida cuando el primero se enamora del segundo... dicen).
En 1958 publica Las aventuras perdidas. Uno de los poemas más representativos es el titulado “La Jaula” dedicado a Rubén Vela. La edición colombiana de Editorial Árbol de Diana no posee la dedicatoria y menos el siguiente epígrafe, fundamental pues representa la imagen que repite Alejandra en sus poemas:
“ Sobre negros peñascos se precipita,
embriagada de muerte,
la ardiente enamorada del viento”
Georg Trakl.
Dos poemas de este libro, “El despertar”, dedicado también a su analista, y “Mucho más allá”, cruzan sus imágenes para dar la visión de la Alejandra que se configura para toda su vida. Veamos los dos fragmentos:
“ Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
Que beben mi sangre
Cómo no me suicido frente a un espejo
Y desaparezco para reaparecer en el mar
Donde un gran barco me esperaría
Con las luces encendidas!?”15
“Quisiera hablar de la vida.
Pues esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados, este escupirse
en los propios ojos, sólo por decir,
Todo por ver si se puede decir.
Qué es que yo soy? ¿verdad que sí?
No es verdad que yo existo
Yo no soy la pesadilla de una bestia?”16
Ese dolor, esa rabia, ese descontento con ella misma, ese extrañamiento con su ser y su vida enmarcará toda la poesía y la visión que ella muestra. Alejandra escribe poesía y ésta la construye a ella. Desde muy temprano en su corta vida, construye su estrategia: ella y su creación son el mismo objeto poético: brevedad y silencio, extrañamiento y duda absoluta, dolor y pregunta, desaliño y surrealismo como envoltura.
Dice ella en algún momento: “Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir”.17
Durante éste periodo, su mundo amargo, de profundo dolor vehemente, de desesperación, se aumenta con la muerte del poeta colombiano Jorge Gaitán Durán (1962). Por él sintió, según algunos de sus amigos, un enamoramiento profundo.18
Una de las primeras publicaciones de los diarios (1960 y 1961) de Alejandra se hace en la Revista colombiana Mito que dirige Jorge Gaitán Durán (números 39 y 40 de 1962).19
El exilio como su casa.
Con éstos tres libros mencionados termina su primer ciclo como escritora nacional y da inicio a su aventura en París entre 1960 y 1964. Va allí como muchos otros poetas al único lugar apropiado para la vida y el arte. Este viaje se convierte en su obsesión durante los meses que demora la preparación y llega hasta a convencer a sus padres de que es para ella la mejor alternativa que puede tener en la vida. Se escribe con sus amigos residentes en París y pregunta una y otra vez sobre cómo sobrevivir allí, lee periódicos parisinos, etc. Viaja en barco a Havre y en París encuentra el habitad más apropiado para su alma... sus escritos más dolidos son producidos allí.
Escribe en una carta20: “Allí (en París), a pesar del desamparo externo, soy más feliz. Quiero decir: puedo escribir con más libertad (esto es tan complejo tan indecible)”.
En carta a L. Ostrov, “... envejezco y no tengo ganas de volver a Buenos Aires”.
De los escritos de Alejandra los más controvertidos han sido sus notas de Diario. Estos erróneamente se han convertido para demasiados estudiosos de la escritora en el “baúl del tesoro”, donde encontrarán los cristales de luz que den pistas sobre su personalidad y las razones del suicidio; para los editores, un negocio y para sus herederos cercanos, por llamarlos de alguna forma, el lugar donde reside el “secreto” de su personalidad heterodoxa y sus desmanes... que deben ser guardados: Por ello, los han mutilado...
“Falta mi vida, falto a mi vida, me fui con ese rostro que no encuentro, que no recuerdo” (París, 1 de Noviembre de 1960).
Este apunte de reflexión del primer día de Diario (Semblanza publicación mencionada) además de ser referenciado por diferentes biógrafos y analistas de la Pizarnik, es un poema en el mejor sentido del término.21
Su Diario era un lugar para registrarlo todo pues la vida y la obra literaria fueron para ella, como lo hemos repetido, la misma cosa22. El Diario se convirtió en el espacio para el registro inmediato de sus emociones, a diferencia de los poemas que hoy tenemos en nuestras manos que son además el resultado de un trabajo meticuloso sobre el texto.
“No sé cuando empecé a buscar a esa persona. No sé quién es esa persona. No la conozco. Es raro cómo y cuándo la busqué... Yo ya no soy yo, yo soy mis ojos. Busquen. Entre las hojas muertas, en los árboles filosos, en el sí y en el no, en el revés y el derecho, en un vaso de agua y en mi sed de siempre...” (15 de diciembre de 1962).
“Desperté viéndome como un cuerpo sin piel, una llagada” (24 de diciembre de 1961).
“Noche crucial. Noche en su noche. Mi noche. Mi importancia. Mi misma. La asfixiada ama la ausencia del aire. Memorias de una náufraga. Qué puede soñar una náufraga sino que acaricia las arenas de la orilla” (18 de diciembre de 1961)
Ese desencanto por la existencia, ese caminar al borde del abismo como naufraga... asfixiada, ese darse cuenta de que yo ya no soy yo, esa ausencia de piel, es el comienzo de un desdoblamiento, de una separación de la realidad, obvio como la de cualquier escritor con cierto grado de contextura como tal; pero aquí en Alejandra, es llevado hasta el borde del lugar donde termina lo uno y comienza lo otro... y no hablo simplemente del lugar donde termina la cordura y comienza la locura, sino del lugar donde se debe llegar si se piensa realmente en quitarse la vida.
Sucede que Alejandra, como verdadera poeta, hace del Diario el más refinado lecho para recostar, sin hacerlo, las palabras. Ella se convierte de manera prodigiosa en un poema que deambula, en pocos versos, desde el desgarramiento al desencaje total y finalmente a la muerte.
“... me he mirado las piernas y he subido mis ojos por mi cuerpo, lentamente, como un cuidadoso pensamiento asesino...” (2 de enero de 1962).
“El horror de habitarme, de ser -qué extraño- mi huésped, mi pasajera, mi lugar de exilio” (5 de enero de 1962).
“... Estoy muriendo como el niño que enloqueció de amor” (8 de enero de 1962).
En 1962, se publica Árbol de Diana, texto prologado por Octavio Paz (abril de 1962), momento en el que conoce a Julio Cortazar y a Aurora con quienes se hacen grandes amigos hasta su muerte.
Efectivamente se trata de su mejor libro. En Árbol de Diana23 se muestran las mejores imágenes de su poesía. Octavio Paz se queda corto en la presentación pues sus palabras alrededor de las posibilidades poéticas que él construye sobre el título del poemario de Pizarnik son tan sólo un leve rasguño si se pone junto a la profunda herida de los poemas de Pizarnik. Estos ejemplos bastan:
“ Cuídate de mi amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra”
“ El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
Camino del espejo:
Alguien en mi dormido
Me come y me bebe”
“cuando vea los ojos
que tengo en los míos tatuados”
Su vida en París no fue fácil pero si conformó el espacio que ella deseaba para su escritura. Vivió en pequeños cuartuchos sobre el Boulevard Saint-Germain24, trabajó en uno que otro oficio que detestaba y sobrevivió, apenas ayudada por sus amigos y los dineros que le enviaba su padre desde Buenos Aires.
“Me fui del horrible empleo. Ahora busco otro. Se ruega considerar que enviar esta carta me privará de un almuerzo....Mentalmente me siento libre y contenta pero digestivamente vacía y melancólica. No hablemos más del asunto: no es de pobres hablar de la pobreza”25
“Trabajo en sitios infames para ganarme el duro pan de cada noche”.26
En la obra de Alejandra hay dos temas que deben ser mencionados por considerarse pilares en sus textos: La posibilidad de la locura y la idea de suicidio... ambos se resuelven al final de su vida.
La extracción de la piedra de la locura, o ese texto estrambótico La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa o la Condesa sangrienta27 o sus breves períodos de interna en un sanatorio que desembocan en su suicidio, son muestra de esta afirmación.
En carta al pintor Antonio Beneyto, señala: “ ... pero aquí me asalta y me invade muchas veces la evidencia de mi enfermedad, de mi herida. Una noche fría fue tan fuerte mi temor a enloquecer, fue tan terrible, que me arrodillé y recé y pedí que no me exilaran de éste mundo que odio, que no me cegaran a lo que no quiero ver, que no me lleven a donde siempre quise ir”.
El segundo tema es el suicidio:
“... El más grande misterio de mi vida es éste: ¿ por qué no me suicido? En vano alegar mi pereza, mi miedo, mi distracción. Tal vez por eso siento, cada noche, que me he olvidado de algo”. (8 de marzo de 1962).
“... Ganas de aplastarme contra una pared, descuartizarme, ponerme una bomba”. (16 de marzo de 1962).
“... Por ejemplo tú te vas a suicidar, le decía. Pero tal vez se trata de mi, sólo de mí”. (28 de marzo de 1962).
De alguna forma nombrar la muerte por su propia mano tiene en la poesía y notas de Alejandra, no ese tono sentencioso y de amenaza falsa sobre el suicidio. La pregunta de ¿por qué no hacerlo? requiere de una respuesta grave pero ella la trivializa con el olvido o con una imposibilidad, como la de aplastarse ella misma contra la pared. Poner su suicidio futuro en el cuerpo de otro es un recurso común pero mediatizarlo con un tal vez, es dejar la duda de su convencimiento.
Lo que realmente hace Alejandra es crear una imagen poética sobre la terrible realidad de la muerte, para encantarla desde el texto y construir sobre ella un andamiaje, donde vislumbrarla como un placer exquisito, pero sólo para aquellos iniciados en el morboso y delicado placer de la muerte por su propia mano.
Ella, al contrario de la opinión de E. M. Ciorán, construye como los verdaderos poetas una danza maravillosa que le permite huir de la vida y de la razón para encontrar el lugar de la mayor libertad e inmortalidad. “La muerte niega la estética, de la misma manera que el sufrimiento o la tristeza. La muerte y la belleza son dos nociones que se excluyen mutuamente... nada es más grave y más siniestro para mi que la muerte. ¿Cómo es posible que haya habido poetas a los que les haya parecido bella y que la hayan celebrado? La muerte representa el valor absoluto de lo negativo”, señala Ciorán En las cimas de la desesperación (Tusquets. Barcelona, 1991)
Estudiosos de la obra y vida de Alejandra soportan su decisión de quitarse la vida por la otra opción: el complemento estético a su poesía o por una reflexión filosófica respecto al valor de la muerte... El presente trabajo busca otro lugar para intentar un indicio explicatorio alterno al señalado por aquellos: su angustia acumulada por la vida-literatura desembocó en un abismo que no la llevó a un lugar más allá de la muerte. Alejandra se fracturó antes de caer: el fondo (del abismo) sólo recibió las múltiples partículas de su texto y su pequeño cuerpo fragmentado.
El delgado trazo que siluetea sus angustias: un complemento adecuado para sus poemas
Tengo en mis manos varios de los dibujos de Alejandra. Son figuras desgarradas que caen o abren sus fauces, unas al cielo, otras al suelo. Son trazos que a veces semejan una mujer, otras una rayuela mágica e imposible.
La imagen surrealista del “árbol de Diana” cuyas ramas terminan en flores y máscaras separadas de la parte inferior del dibujo por un arco de madera que le limita el espacio a un extraño ser que mira arriba.
Sus dibujos son ese repetir el ejercicio de la matrioska, ahora con un pájaro entre otro hasta casi el infinito. Su alrededor amenaza con figuras de seres pequeñitos que trepan por una maraña de líneas y de frases escritas con su letra diminuta cual camino de hormigas negras sobre la hoja de papel.
Revisar estos dibujos, ahora impresos, anunciando unos tras otros los libros de Alejandra en un sólo tomo, tienen el aire de la obra de Federico García Lorca. Existe una similitud más que cercana con el trabajo de dibujo de Federico. El trazo de la muerte, de la perspectiva urbana, la forma de simbolizar los sentimientos como la nostalgia, son iguales en los dos poetas.
Con los dos libros28 abiertos sobre la mesa de trabajo pienso en un dialogo entre él y ella. Ese poema, Aire nocturno, de Lorca “Tengo mucho miedo/de las hojas muertas/ miedo de los prados llenos de rocío”y ella, qué haré con el miedo? Federico huyendo de amor herido/herido vengo de amor, y ella, dice que la muerte es miedo es amor.
Dos poetas sentados frente a la mudez del mundo, desgarrados, gesticulando un texto que al caer produce miedo, desnudez, admiración... y aplausos.
Palidezco al pensarlo: ellos dos, muy íntimos, muy solos, en una habitación en sombras, mirando a la ventana abierta a la noche... esa fotografía... la humanidad daría cualquier cosa por verla.)
En sus notas de diario y cartas se lee que la vida de Alejandra no fue fácil en París. Muchas veces se queja del poco dinero que poseía y que el envío de una carta le privaría del almuerzo, otras veces maldice del trabajo como mecanógrafa en una oficina que le quitaba las horas... para escribir poemas. Sabemos de su molestia al cambiar de cuartos siempre desmantelados o su satisfacción por caminar bajo un cielo gris tan parecido a su alma, otras, como le dice por carta al Dr. Ostrov: “no deseo volver a Buenos Aires”, y es cierto, ella ya posee un grupo de amigos intelectuales a los que visita y estos le apoyan sus trabajos, también realiza transcripciones y publica en varios periódicos y revistas europeas pero sobre todo purifica un estilo que se refleja en El árbol de Diana y en Los trabajos y las noches.
Su regreso a Buenos Aires sucede después de la insistencia de sus familiares quienes le piden su retorno debido a la enfermedad de su padre. Situación a la cual accede no sin antes asegurar el pasaje de ida y regreso29 (la animó saber que en Buenos Aires estaba su amiga Olga Orozco). Llegó a la residencia de sus padres en Miramar y luego de la muerte de éste, Alejandra se muda a Buenos Aires, con su madre, a un apartamento comprado por ésta última.
La dureza de su vida interior se vio en su rostro. El pintor Antonio Requeni, señala en una publicación para una revista literaria de California30: “Alejandra creó su poesía, pero en igual o mayor medida, su poesía creó a Alejandra Pizarnik... Cuándo volvió a Buenos Aires, desde París, los hermosos rasgos de su rostro, siempre reacio al maquillaje, se habían endurecido. El suyo era ahora un rostro todo inteligencia, que trasuntaba además una desasosegada vida interior”.
En el año 1965, en Buenos Aires gana el premio municipal y publica Los trabajos y las noches, con los poemas escritos en París. Este libro está compuesto por 47 poemas (todos con título) que muestran la madurez de su poesía: un deslizarse lento entre sutiles imágenes de sombra y un llegar a la puerta donde nos sorprende una construcción delicada de palabras al borde de la oscuridad, casi en el absurdo.
RELOJ

Dama pequeñísima
moradora en el corazón de un pájaro
sale al alba a pronunciar una sílaba
NO
ENCUENTRO

Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad no está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.
DONDE CIRCUNDA LO ÁVIDO

Cuando sí venga mis ojos brillarán
De la luz de quien yo lloro
Mas ahora alienta un rumor de fuga
En el corazón de toda cosa.
SILENCIOS

La muerte siempre al lado.
Escucho su decir.
Sólo me oigo.
Este último poema... extremo de una cuerda tensionada sólo sujeta a una de sus puntas. Exposición magnífica de lo comprimido, anulación, vacío y absoluto... connotación en alto grado. Los trabajos y las noches consagran definitivamente a Alejandra como poeta y hacen de su muerte una verdadera posibilidad pues este libro es la puerta de entrada a la búsqueda de un más allá poético donde poner la cota superior a su propia poesía. Búsqueda que se transforma en fractura, pulverización, dispersión, lenguaje hermético, brutalidad, obscenidad, rasguño sobre su misma herida o un pararse en el lugar más extremo del final... no le queda salida, entrar a un sanatorio para abandonarlo con la muerte.
Con la Extracción de la piedra de la locura, 1968 empieza su tercera etapa literaria, ya Alejandra se sentía acorralada en Buenos Aires sin poder salir o mejor sin poder volver. Su escritura se llena de mayor depresión, de profundo desgarramiento, de total alienación.
RESCATE
Y es siempre el jardín de lilas del otro lado del río. Si el alma pregunta si queda lejos se responderá: del otro lado del río, no éste sino aquél.
A Octavio Paz
ESTAR
Vigilas desde este cuarto
donde la sombra temible es la tuya.

No hay silencio aquí
sino frases que evitas oír.

Signos en los muros
narran la bella lejanía.

(Haz que no muera
sin volver a verte).
Pero también este libro es la puerta a su último intento literario: ya no tan sólo el desgarramiento de su contenido sino además, la fractura sintáctica. El idioma se le ha convertido también en una jaula de la que debe salir: lo transgrede, a costa de todo, hasta del sentido. Esto se observa, en su máxima expresión, en La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa, aquí utiliza el retruécano, la mezcla aleatoria, el azar de signos, que al ponerlos consecutivamente en forma de cortas expresiones semejan un estado de incoherencias muy parecidas a su vida y a la situación de depresiones continuas que la alejan de la escritura y la obligan a pasar temporadas en el sanatorio.
“Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a los lejos”.
“Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo”.
(tomado de “Fragmentos para dominar el silencio).
Del vaivén de imágenes o del retruécano de imágenes que se presentan en los primeros libros, ella se desprende poco a poco hacia la soledad absoluta y a la fragmentación total. La extracción de la piedra de la locura es la explicitación de este momento de cambio. Un ejemplo del primer aspecto (retruécano de imágenes o espejos invertidos):
“El perro del invierno dentellea mi sonrisa. Fue en el puente. Yo estaba desnuda y llevaba un sombrero con flores y arrastraba mi cadáver también desnudo y con un sombrero de hojas secas” (tomado de “Un sueño donde el silencio es oro”).
El siguiente párrafo que pertenece a las primeras palabras de La extracción de la piedra de la locura, aventaja, a mi parecer, a todos los diálogos que sobre el tema de la muerte se han producido en la literatura latinoamericana31:
“La luz mala se ha avecinado y nada es cierto. Y si pienso en todo lo que leí del espíritu... Cerré los ojos, vi cuerpos luminosos que giraban en la niebla, en el lugar de las ambiguas vecindades. No temas, nada te sobrevendrá, ya no hay violadores de tumbas. El silencio, el silencio siempre, las monedas de oro del sueño... allí yo ebria de mil muertes, hablo de mi conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la hierba”.
“No me hables del sol porque me moriría. Llévame como a una princesita ciega, como cuando lenta y cuidadosamente se hace el otoño en un jardín”
Alejandra escribe desde la muerte, por ello todo es incoherente, no existe un narrador concordante con el receptor, los dos se cruzan, se confunden. No existe el tiempo porque en la muerte no existe la coherencia. Cuando dos voces conversan desde la tumba se abre el espacio de la libertad absoluta: todo es permitido, ¿qué diferencia la cordura de la locura?, ¿qué es lógico o lo contrario?, ¿qué es una prosa y qué es poesía?, o mejor, ¿qué es la vida y qué es la muerte?. Alejandra sabe que de ese otro lugar conoce más ella que nosotros sus lectores... estamos de este lado, donde todo es sucesión de palabras, de frases, de tiempo, de páginas y ella nos da la oportunidad para que apenas nos asomemos y asombremos con la muerte.
“Golpes en la tumba. Al filo de las palabras golpes en la tumba. Quién vive, dije. Yo dije quién vive. Y hasta cuándo esta intromisión de lo externo de lo interno, o de lo menos interno de lo interno, que se va tejiendo como un manto de arpillera sobre mi pobreza indecible”.
“Si fuertemente, a sangre y fuego, se graban mis imágenes, sin sonidos, sin colores, ni siquiera lo blanco. Si se intensifica el rastro de los animales nocturnos en las inscripciones de mis huesos. Si me afinco en el lugar del recuerdo como una criatura se atiene a la saliente de una montaña y al mas pequeño movimiento hecho de olvido cae - hablo de lo irremediable -, el cuerpo desatado y los huesos desparramados en el silencio de la nieve traidora”. Proyectada hacia el regreso, cúbreme con una mortaja lila”. (“Noche compartida en el recuerdo de una huida”, del libro Extracción de la piedra...).
En El infierno musical, que aparece en 1971 se acentúa la fragmentación y la soledad:
“La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el agua con avidez. La soledad es no poder decirla por no poder circundarla por no poder darle un rostro por no poder hacerla sinónimo de un paisaje. La soledad sería esta melancolía rota de mis frases” (aparte de la “La palabra del deseo” tomado del libro El infierno musical).
“Y corres desolada como el único pájaro en el viento” (aparte de la “L´Obscurite des eaux”, tomado del libro El infierno musical).
En éste libro aparece de nuevo la mención de Pizarnik a su posibilidad de la locura: “Pierdo la razón si hablo. Pierdo los años si callo”.
Antes del fin...
María Elena Arias López, crítica argentina y amiga de Alejandra, recuerda aquellos meses: “A mi regreso a Argentina dos años después y ya con la intensión de radicarme, una tarde de junio llamo por teléfono a Alejandra: Me atendió casi sorprendida por la coincidencia de haberla encontrado, pues acababa de regresar a su casa. Había estado internada en una clínica médica... Supuse e inquirí por alguna operación. Nada de eso, respondió tranquilamente. Como había ingerido una sobredosis de barbitúricos hubo que hacer un lavaje de estómago. ¡Así de simple! Creo que presentí ese final que demoraría un año y meses después. Pero me rebelé en aceptar lo inexorable de ella”.32
Tan de elevado es el tono suicida de la frase Voy a quemar todos mis libros cuando es la decisión de un poeta, como la confidencia que le hace Alejandra a Elizabeth Azcona Cranwell pocos días antes de su muerte como muestra de su profundo desencanto y depresión: “ Dediqué mi vida a la poesía y ahora descubro que la poesía no le importa a nadie”.33
Nadie se quita la vida por una sola razón. Tal vez un entrecruce de muchas sinrazones son la única razón de este hecho. A Alejandra se le suma también la pobreza: León Benarós, amigo de Alejandra, cuenta a modo de anécdota a Ivonne Bordelois que “... en sus últimos tiempos, encontrándose en una afanosa búsqueda de trabajo para aliviar su situación económica y la de su familia, Alejandra se dirigió a Benarós diciéndole que sabía que la podía ayudar, ya que ella sabía que él poseía sabiduría del corazón”. El pensarlo da luces a muchas cosas como volver a buscar desesperadamente un trabajo en su ciudad Buenos Aires como lo hizo en su París.
NOTAS
Nota No. 1
El primer poema que leí de Alejandra me lo remitió una mujer. Espejito: ahí te mando esto que estoy leyendo para amortiguar mi dolor, me dijo. Me quedé pensativo, recostado en la pesadumbre de ella que era la mía, repitiendo el mismo verso tras los minutos.
Años después busqué a Alejandra por varias librerías sin encontrarla. Había comenzado mi correr por escribir algo sobre ella pues su suicidio se enganchaba perfectamente en la idea de recoger estos apuntes sobre los poetas suicidas de Latinoamérica. La segunda vez que oí otro poema suyo fue de labios del poeta Fajardo, en su apartamento y después de varias copas, en esos intentos, frecuentes por aquella época, de amansar las tardes de domingo.
Un día sin pensarlo en una pequeña librería de segundas encontré una diminuta publicación donde se ofrecía una selección de sus mejores versos. Leí esa vez un poema suyo, que llegaba desde abajo, para ahondar a mi melancolía.
Leí y releí aquella leve connotación que posee la verdadera poesía. Acaricié sus silencios como quién se relaja en la planicie de un dolor que no es posible y revisé las demás páginas para terminar como todos, enamorado de ese “Bicho” que reparte poemas como lo hacía con sus diminutos lápices.
Le entregué a Zila aquel texto un medio día pálido cuando después de muchos meses de su ausencia nos encontramos en un restaurante francés con un recóndito aliento a Alejandra en medio de ésta ciudad de lluvia gris.
Escribo algunas notas sobre los textos de Alejandra y recodos de su vida. Lo hago de forma interrumpida pero con la intensidad, como se escribe un verso. Acercarme a ella ha sido descubrir uno de los fragmentos que conforman el largo y quebrado deambular por la vida de los poetas suicidas que persigo.

Nota No. 2
Curiosidades de Alejandra…
1. “Siempre me ha llamado la atención el que entre las muchas semblanzas y entrevistas publicadas en torno a Alejandra no se haya hablado nunca - salvo en una rápida referencia de Rodolfo Alonso- de la extraordinaria voz de Alejandra y de su aún más extraordinaria dicción. Alejandra hablaba literalmente desde el otro lado del lenguaje, y en cada lenguaje, incluyendo el español y sobre todo en español, se le escuchaba en una suerte de esquizofrenia alucinante. Por un lado entrecortaba imprevisiblemente sus palabras: “pa-raque-ve-aselpo-e-ma” produciendo un cierto hipnotismo, semejante al que inspira el mirar viejas fotos donde reconocemos rasgos, si, pero de modos tan inesperados como oblicuos. Asistir a su conversación era viajar en un tren en que cada vagón corría a distinta velocidad, con ventanas titilando arbitrariamente, y una locomotora oscura e inexplicable arrastrando todo como un silencioso y nocturno huracán. Sus vocales eran lentas y tambaleantes y el todo, irremisiblemente extranjero”. (Ivonne Bordelois, prólogo de Correspondencia Pizarnik, Seix Barral).
2. “ La letra de Alejandra era pequeñita, como un camino de hormigas o un minúsculo collar de granos de arena. Pero ese hilo con toda su levedad, no se borrará nunca, es uno de los hilos para entrar y salir del laberinto”. (Enrique Molina , prólogo de Obra completa, Editorial, Árbol de Diana, Colombia 2000)
3. Desde niña coleccionó lápices de colores. Los llevaba en una bolsita, eran ya diminutos y los obsequiaba a sus amigos como en un juego mágico.
4. Dificultades de pronunciación en Alejandra. Retomar la referencia que de esto hace su amiga.
5. La dirección de la residencia en Buenos Aires en 1965: Montevideo 980,7, telf. 422504
Nota No. 3

Alejandra
Puesto que hades no existe, seguramente estás allá,
último hotel, último sueño,
pasajera obstinada de la ausencia.
Sin equipajes ni papeles,
Dando por óbolo un cuaderno
O un lápiz de color.
- Acéptalos barquero: nadie pagó más caro
el ingreso a los Grandes Transparentes,
al jardín donde Alicia la esperaba.
Julio Cortázar
(Este poema de Cortázar fue publicado en la revista Desquicio, en el otoño de 1972, en París)
Nota No. 4

SUICIDIO
El jovencito se olvidaba.
Eran las diez de la mañana.

Su corazón se iba llenando
de alas rotas y flores de trapo.

Notó que ya no le quedaba
en la boca mas que una palabra.

Y al quitarse los guantes, caía,
de sus manos, suave ceniza.

Por el balcón se veía una torre.
El se sintió balcón y torre.

Vio, sin duda, cómo le miraba
el reloj detenido en su caja.

Vio su sombra tendida y quieta
en el blanco diván de seda.

Y el joven rígido, geométrico,
con un hacha rompió el espejo.

Al romperlo, un gran chorro de sombra
inundó la quimérica alcoba.

Federico García Lorca

Notas
[1] Su nombre era Flora. Ella firmó su primer libro como Flora Alexandra Pizarnik y luego su nombre mutó a “Alejandra Pizarnik”, simplemente.
[2] Según el texto de César Aria (ver bibliografía) la razón de que esta pareja de inmigrantes rusos arribaran a la Argentina era que Rejzla Bromiker, la madre de Alejandra, tenía una hermana que se había radicado años atrás en Avellaneda. Los Pizarnik (el apellido cambia con la adaptación al español) venían huyendo de Europa y todos los demás miembros de la familia de ambos fueron exterminados en el holocausto. Lo anterior hace pensar de forma inmediata en que estos elementos conformaron parte del setimiento de exilio y extrañamiento de Alexandra.
[3] Patricia Venti, realiza su tesis de doctorado sobre Alejandra Pizarnik.
[4] Veléz Correa, Roberto. Los suicidas de la palabra. Centro Editorial Universidad de Caldas. El caso de Alejandra Pizarnik: Tu fatal saqueo de la palabra.
[5] En algunas oportunidades se ha insinuado o solicitado mayor atención por ella. Es el caso de Inés Malinow en la introducción de la publicación de Editorial Árbol de Diana quién señala: “ Leerla es tarea exigente: pide comprensión y, sobre todo, reconocimiento por una vida que pisó bordes de desesperanza y enfermedad”.
[6] Por el contrario en un artículo publicado por el Centro Virtual Cervantes se asegura que las niñas estudiaron en la Zalman Reizien Schule, centro formativo hebreo donde aprenden a leer y a escribir en yiddish, así como historia del pueblo judío y los fundamentos de la religión de su pueblo (
[7] Este poema (fragmento) dedicado a Olga Orozco, tomado del libro Las aventuras perdidas, recuerda otro texto anecdótico suyo en el que revive la sensación que tuvo cuando tenía cuatro años al introducir un dedo en el toma corriente instalado en la pared: “... un bicho monstruoso, un alacrán bebedor de sangre se había remontado a su ser e inauguraba un proceso de devastación que jamás finalizaría”.
[8] Este fragmento es tomado de su libro Las aventuras perdidas (1958) y corresponde al poema titulado “El despertar”, que está dedicado a su psicoanalista León Ostrov.
[9] Este fragmento del poema “La danza inmóvil” es tomado del mismo libro señalado en el numeral anterior.
[10] Ver texto de Bordelois en cartas a Bajarlía, pag. 31 de la recopilación ya citada.
[11] Esta publicación, como varias otras, es financiada por su padre.
[12] Sus cuadros son expuestos junto con trabajos de Manuel Mujica Lainez y Cecilio Madanes. El primero escritor y pintor, autor de Bomarzo, novela situada en la Italia renacentista que dio vida a muchas pinturas.
[13] El siguiente cuento de Alejandra tiene toda la factura de los escritores surrealistas:
Un cuento memorable
—Esa de negro que sonríe desde la pequeña ventana del tranvía se asemeja a Mme. Lamort -dijo-
—No es posible, pues en París no hay tranvías. Además esa de negro del tranvía en nada se asemeja a Mme. Lamort. Todo lo contrario: es Mme. Lamort quien se asemeja a esa de negro. Resumiendo: no solo no hay tranvías en París sino que nunca en mi vida he visto a Mme. Lamort, ni siquiera en retrato.
—Usted coincide conmigo -dijo-, porque tampoco yo conozco a Mme. Lamort.
—¿Quién es usted? Deberíamos presentarnos.
—Mme. Lamort -dijo-, ¿y usted?
—Mme. Lamort.
—Su nombre no deja de recordarme algo -dijo-
—Trate de recordar antes de que llegue el tranvía.
—Pero si acaba de decir que no hay tranvías en parís -dijo-
—No los había cuando lo dije, pero nunca se sabe que va a pasar.
—Entonces esperémoslo puesto que lo estamos esperando.
[14] A los 21 años atacada por el asma y con dificultades verbales asistió a consulta con el Doctor Ostrov, profesor de la Universidad de Buenos Aires, poeta y literato. Sus conversaciones con él se apartaban algunas veces de lo terapéutico. En el libro de la Bordelois se reseña una declaración de Ostrov en la Nación en 1983: “ ... Quedaba, en ocasiones , si no olvidada, postergada mi específica tarea profesional, como si yo hubiera entrado en el mundo mágico de Alejandra no para exorcizar sus fantasmas sino para compartirlos y sufrir y deleitarme con ellos, con ella. No estoy seguro de haberla siempre psicoanalizado; sé que siempre Aljandra me poetizaba a mi...”
[15] Fragmento de “El Despertar”.
[16] Fragmento del poema “Mucho más allá” tomado de la Antología Poética de la colección Quinto Centenario, página 41, libro relacionado en la bibliografía del presente documento. La edición referenciada parece poseer varios errores de puntuación y al ser comparados con otras ediciones aparecen diferencias que invitan a pensar si se trata de imprecisiones de la autora (lo dudo) o descuidos editoriales.
[17] “El deseo de la palabra”, del libro El infierno musical, 1971.
[18] Esta afirmación es realizada en el texto publicado en la página de Internet http://sololiteratura.com, que fue tomado de la obra de Susana H. Haydu y titulada Alejandra Pizarnik: evolución de un lenguaje poético.
[19] “ ... me he mirado las piernas y he subido mis ojos por mi cuerpo, lentamente, como un cuidadoso pensamiento asesino...” (2 de enero de 1962). “ El horror de habitarme, de ser -qué extraño- mi huésped, mi pasajera, mi lugar de exilio” (5 de enero de 1962). “... Estoy muriendo como el niño que enloqueció de amor” (8 de enero de 1962). “ Odio mi cara pues la miro a través de sus ojos. Esta cara no supo fascinarlo. Amo. ¿Qué se hace en éste mundo cuando se ama así?” (9 de enero de 1962).
[20] Segmento de la carta a Juan Liscano, referenciada por Susana H. Haydu en la obra antes mencionada.
[21] Para los ortodoxos podríamos escribirlo así:
Falta mi vida, falto a mi vida. Me fui con ese rostro que no encuentro... que no recuerdo
[22] Por el contrario de Alejandra y como nota curiosa sobre el papel de los Diarios, la escritora ANAÏS NIN escribe toda su vida un diario que se diferencia totalmente de la obra literaria que produce, son dos textos paralelos que no se juntan sino en muy pocas ocasiones. El Diario es publicado como obra independiente... aspecto que sería imposible con la Pizarnik.
[23] Son 38 poemas muy cortos , sin título, apenas numerados donde su condición de poeta hace plena exposición de la connotación. Un análisis acertado del libro lo hace Cesar Aira en la publicación ya mencionada (pag.55) dice: “ Aquí el primer poema tiene por único titulo el número 1 y sucede en apenas tres versos: “He dado el salto de mi al alba...”. Si alguien quisiera traducirlo en un diagrama sintáctico-topográfico (qué extensión cubre el salto, dónde queda el sujeto, cuáles son los términos positivos y negativos que crean el sentido), se encontraría con una construcción no euclidiana que trasciende el sentimentalismo sin anular el impulso autobiográfico. El resto de la serie exhibe las mismas cualidades. La intensidad ha culminado, los temas están decididos, el mecanismo funciona con una fluidez mozartiana. No se puede ir más lejos. El libro siguiente sólo podrá ser un intento, milagrosamente logrado, de hacer lo mismo mejor. Después, ya de vuelta en Buenos Aires, intentará nuevos caminos y formatos distintos, básicamente el experimento con la prosa extensa”.
[24] Alejandra vivió en la rue du Bac, en la rue Saint Sulpice y en el Saint Michel.
[25] Carta a Ana María Barrenecha, fechada en París el 10 de diciembre de 1962
[26] Carta a Ana María Barrenecha, sin fecha
[27] Valdría la pena analizar cómo se llega a la extracción de la piedra de la locura ( como dijo una de sus estudiosas últimas, será éste la búsqueda de un nuevo lenguaje por un supuesto fracaso poético?)
[28] Garcia Lorca, Federico. Obras Completas, Aguilar Editores, Madrid, 1954. Y Pizarnik, Alejandra. Semblanza. Introducción y Compilación de Juan Graziano. Fondo de Cultura Económica, México, 1992.
[29] En carta a sus padres dice :“Lo único que no deseo es ir sin pasaje de retorno en la mano porque como les decía en mi última carta no puedo volverme ya definitivamente - es muy importante, en todo sentido, continuar para mi en París; más que importante es primordial y me haría un efecto catastrófico cortar bruscamente este lento crecimiento que se inició en mí desde que llegué”.
[30] Texto tomado de Correspondencia, recopilada por Ivonne Bordelois, obra citada
[31] Pienso en este momento en las conversaciones que desde dos tumbas sostienen Eduviges Diada y su amiga de infancia en la novela “Pedro Páramo” de Juan Rulfo.
[32] Tomado de la correspondencia recopilada por Ivonne Bordelois.
[33] Ibid
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Carlos Luis Torres Gutiérrez (1956, Bucaramanga, Colombia). Magíster en Literatura Latinoamericana, escritor y profesor de literatura. Su primera novela Barco a la Vista relata una dura historia de amor y de muerte frente a un mar ancestral en el caribe. El libro Poemas en un sobre de manila fue la primera recopilación de su poesía de ciudad. Entre la espera y el miedo (novela, publicada por Editorial SIC en el año 2004) recoge la historia de un habitante urbano, quién en su proceso de huida realiza un reconocimiento de su condición de desertor, de sus imaginarios urbanos y de su reflexión sobre la vida en una ciudad sin borde y sin futuro. Así mismo publicó el libro de poemas A punto de llover (Editorial SIC en el año 2004), en el que se recoge una selección de poemas urbanos. Sus actuales trabajos de creación poética, cuentos y crítica literaria se publican en revistas y periódicos virtuales e impresos. http://www.carlosluistorres.net

© Carlos Luis Torres Gutiérrez 2004Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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